Nos abrieron las puertas y con ello también el infierno. Un calor sofocante, de esos que golpean, que abrazan y no te dejan escapar fue lo que nos encontramos el viernes en el Pasagüero. También nos recibió el sudor, de ese que te deja chicloso, se te pegaba de los cuerpos que buscaban llegar a la barra, de los que intentaban bailar, y de los que simplemente estaban ahí parados consumiendo un espacio en ese pequeño lugar. La gente bailaba pero sin ganas, con jetas. Se hablaba al oído pero sin hacer conversación. Había un pequeño espacio cerca de la puerta donde podías respirar pero que pronto estaría lleno. Ir al baño se convertiría en toda una hazaña. Pasar más de 5 min con una chamarra de mezclilla era un suicidio. Cervezas en vasos de plástico, un diyei que intentaba cachar a un público ahogado en su propia transpiración fue lo que encontramos antes de que saliera su Majestad.
Entre mentadas y chiflidos salió el abridor de la noche. Y la gente tuvo pocos minutos para desahogar todos los comentarios que se habían estado aguantando. El murmullo y la platica se adueñó por un momento del lugar. Aproveché para hacer mi travesía a los baños y tal vez fue un error. Los que conocen el lugar saben que los baños están al final de un patio trasero. Comenzó El Iluminado y era prácticamente imposible regresar a la tocada. Una gran muralla de locos, se entrometió entre la tocada y yo. Muchachas en hombros, celulares y empujones que no sabes de dónde provienen ilustró las primeras canciones de Silverio. Logramos pasar hasta la cuarta o quinta canción, Yepa Yepa Yepa, y Silverio ya estaba en los legendarios calzones rojos. Chupe volando, codazos y mentadas de madre. El ambiente era de tensión, era una violencia amigable y una fascinación por lo extravagante.
Los que no conocían a Silverio reían, se notaban algunas caras de incomodidad y de desconcierto. Supongo que es común en sus conciertos. Cuando conocí a Silverio fue en YouTube, un toquín en el CNA, me fascinó el eslam enorme que se veía en el iluminado. Mi sorpresa fue tanta por aquel sujeto tan políticamente incorrecto que lo tenía que mostrar a todos. A mi padre le daba risa, tal vez por lo lejano que parecía aquel individuo. Cuando vi por primera vez a Silverio en un VL fue justo como lo esperaba violento, irracionalidad, locura y diversión. Pero el viernes me pareció que ahí terminaba toda su espectacularidad, en la sorpresa. El personaje fascina a la primera impresión, al primer contacto pero entre más lo buscas menos lo encuentras. Un show que ya había visto, carente de novedad, carente de emocionar. Hasta dentro del mismo show cayó en una misma rutina, cortar las canciones a la mitad, al principio estaba cagado pero que lo hiciera con cada uno de la rolas ya castraba al final. Sobre todo cuando se estaba armando un buen desmadre y cortaba la emoción.
A la mitad de la tocada se fue y regresó diciendo que nos preparáramos porque estaríamos ante una de las mejores presentaciones. Le creí, no sé si por la ilusión de revivir aquel video que vi de prepa o por el magnífico eslam que viví en el Foro Sol. Pero la realidad es que estuvo muy lejos de eso. Dijo que recordaríamos su show por siempre y la verdad es que no creo que vaya durar mucho tiempo. No tocó varias famosas, cortó las buenas, se fue antes de tiempo. Entiendo su personaje, entiendo su punto y su extravagancia, pero siento que ahora a Silverio le importó más la pose, una pose que asombra y maravilla pero que al final de cuentas sigue siendo una pose, vacía sin sentido. Tal vez Silverio necesita comenzar a pensar en los fans que se atreven a pagar un boleto para ir a verlo porque si sigue así pronto dejarán de hacerlo. La neta, decepcionó mucho tal vez por la pose, tal vez mi ilusión, tal vez sólo fue el puto calor.
Mayo-2018