Es tiempo de romper las reglas.
Vivimos en el cambio, en la inestabilidad, en lo inédito y lo obsoleto. Hemos aprendido a vivir cambiando, transformándonos a nosotros mismos una y otra vez. La palabra permanente ha salido de nuestro vocabulario para establecerse lo alternativo. Aceptamos lo diferente y nos atrevemos a levantar el lema de que ya no somos iguales. Cada vez es más aceptado esta dinámica social de vivir conviviendo con lo discrepante. Pero cambiar no es para todos, a muchos acostumbrados a lo establecido no les gusta este nuevo planteamiento del juego y viven aferrados al mecanismo del pasado. Esos mismos conservadores también son los que mantienen esas estructuras oxidadas vivas que nos gobiernan, también son la misma esfera que pretende mantener las interacciones sociales en el mismo flujo obsoleto que han llevado por siglos. Somos mandados y controlados por una esfera que cree en lo arcaico y que han convertido al funcionamiento social en estados dogmáticos, las nuevas generaciones se ven obligados a acatarlas o vivir fuera de la sociedad. Porque su pensamiento no coincide y no puede hacerse coincidir con el nuestro. Estamos viviendo una cuestión generacional; una lucha por la diversidad y la libertad contra el pasado y las imposiciones. La pregunta sería ¿podrá la juventud adueñarse de su futuro o serán víctimas del tiempo?
Por más que quieran ocultarlo el mundo está en crisis (fracaso del capitalismo, hartazgo social hacia las estructuras de Estado, decadencia de las instituciones, las enormes caídas económicas y humanitarias, destrucción de ecosistemas y muchos etcéteras más). Lo anterior genera un sentimiento de deshumanización que todo el mundo padece y a la vez aborrece; padece porque no podemos escapar de este sistema (si lo hiciéramos seríamos unos locos o Dioses); aborrece porque nos lastima ser parte de esa misma dinámica en la que se mueve el Mundo. La mayoría de las generaciones no logran canalizar esa rabia y ceden sus utopías al movimiento cinético del sistema. Esto nos lleva a una nueva cuestión; el mundo se está destruyendo a sí mismo; ¿nos volveremos parte de esa destrucción o seremos lo suficientemente fuertes para cambiar el rumbo? ¿Somos iguales?
Nuestra generación es un Experimento accidental, una revolución anónima, un momento sin tiempo en la historia de la humanidad. Nosotros no somos iguales porque el ser humano es lo que es su contexto. Y nosotros somos/vivimos la era de las libertades. Gracias a las herramientas que son exageradamente más fuertes de las que han tenido generaciones anteriores. La libertad de expresión y las redes sociales le han dado un impacto mortal al curso del capitalismo. La caída del monopolio de la información fue el primer gran golpe, y poco a poco irán cayendo los monopolios, con el fin de repartirnos el poder hegemónico a toda la sociedad. Caerá el monopolio del poder en manos de políticos, el de las grandes corporaciones bancarias con las monedas digitales, el monopolio en casi todos los sectores se ven afectados por la apertura a la diversidad, el hartazgo hacia las estructuras viejas, el mundo está ansioso de entrar a una nueva era. Vivimos un síntoma de regeneración nunca antes visto en la cultura occidental. Hoy la sensación de poder volver a empezar está latente y se inyecta tan fuerte en cada uno de los jóvenes de las nuevas generaciones que ya no es loco afirmar que el cambio está cerca.
Pero de nada sirve que esa sensación nos sea común si no logramos canalizarla para generar un cambio. Nosotros nacimos para ver cómo mueren las ideologías y para apreciar el nacimiento de la Monarquía de la diversidad. Nosotros no venimos para brindarle pleitesía a nadie, tampoco a venerar ideas viejas ni a estructuras obsoletas, ya sea por accidente o convicción, venimos nosotros a volver a plantear las cosas. A generar un cambio, a crear un mundo diferente donde todos quepamos, donde cada uno tenga un lugar y una voz. Un mundo donde nadie se sienta extraño, ni excluido. Nos tienen miedo porque ya no tienen poder sobre nosotros, dirán lo que quieran pero no seremos una generación como las de ellos, somos una generación de Irreverentes
Y nosotros los Irreverentes creemos en el ejemplo, en que lo que somos se va creando trabajando. La Monarquía es un experimento, un prototipo de lo que nosotros queremos para nuestro mundo. Aquí están plasmados todos nuestros sueños, nuestros deseos de una sociedad mejor, más libre, más justa, más unida. Y el medio para hacerlo es el arte, porque el arte une, nos humaniza, nos sensibiliza, y nos libera. Estamos seguros que seríamos mejores personas consumiendo más arte, más música, más poesía. Y por eso estamos aquí, para ser un Laboratorio de ideas, de ideas nuevas.
No estamos cerrados a inventar, a la imaginación y a la creatividad, de hecho son nuestras mayores armas para combatir las imposiciones. Porque hoy más que nunca debemos comenzar a crear desde cero un sistema nuevo, se nos acaba el tiempo. Buscamos alternativas y estamos dispuestos a experimentar, fracasar y volver a experimentar. La Monarquía busca a gente que esté comprometida con los suyos, con su entorno y que busque aportar algo a este tiempo que tanto necesita de gente con ideas diferentes. Nos basamos en tres pilares; amor, fraternidad y libertad y buscamos aplicarlo en cada esfera, tanto personal como profesional. No sólo somos una empresa de la industria de la música, somos La Monarquía.
Nosotros estamos convencidos de que los jóvenes podemos cambiar el rumbo del futuro, ser dueños íntegros de nuestro contexto, aprovechemos nuestro momento porque no habrá tal vez uno parecido en la historia. Se nos acaba el tiempo, y nosotros queremos ser parte del cambio, (porque está sucediendo) queremos ser parte de la generación que dio camino al nuevo mundo. Seamos la alternativa, seamos diferentes, seamos unidos, experimentemos y liberemos. Seamos parte de esta fraternidad de locos que quieren cambiar al mundo, liberando y siempre predicando con el amor y paz. Seamos Irreverentes.
Seamos la voz de una generación ansiosa por gritar.
Marzo 2018.